RUTH SILVIA CASTILLO VALDIVIA


RUTH SILVIA CASTILLO VALDIVIA, Lima 1969. Escritora y narradora. Estudió: Tecnología Dental en la Universidad Cayetano Heredia. Coach Ontológico de Newfield Perú. Diploma Taller de Narración de Escuela de las Palabras. Públicó 4 libros,1 relato y 1 Plaqueta Literaria. Mora y La Pandilla Cochera Abajo, Sabi, el Delfín Rosado. Relato de Monstruos y fantasmas, Cucharitas de Plata para el Te. Relato corto “La calavera de Sachamarca” (2018) Plaqueta Literaria “La flor de Amancaes y el Picaflor de oro” (2019). Dicta talleres de Introducción a la narración. Participa en eventos Culturales. Historias Pasajeras en el Tren Eléctrico. Feria del libro de Moyobamaba. Festival de arte ”La espiga Dorada” Tembladera Cajamarca. III Feria del libro Regional- Lambayeque (2019). Es cantante y compositora de las "Canciones para Obdulio"
HUEREQUEQUE
¡Huerequeque, re queque! ¡Huerequeque, re queque! Esa noche silenciosa se vio interrumpida por aquel canto. ¡Huerequeque, re queque ! ¡Huerequeque, re queque!
Camila, su abuela Tere y su tía Eva mientras cenaban en la terraza, vieron surcar en el cielo nocturno a dos aves mientras emitían aquel sonido, para los habitantes de la zona rural del pueblo de Pachacamac era algo normal reconocer ese canto menos para Camila porque era de la ciudad. Era el primer fin de semana que pasaba en la casa de campo de la abuela. Esta poseía un amplio jardín y una parte lateral del terreno aún estaba agreste sin cultivar.
El canto fue igual la siguiente noche, pero, a diferencia del día anterior, las aves aterrizaron en el jardín. Camila se percató y se paró para observarlas. Bajo la luz del reflector, vio que aquellas aves eran de caminar rápido y paradas repentinas. Disfrutó tanto verlas. Su tía observó la inquietud de Camila y le explicó, con la paciencia que solo una madre podría tener, que esa es una ave zancuda y nocturna, de día se la ve poco o la ves desplazándose o camuflándose en las zonas áridas, y que canta como su nombre: “Huerequeque”. A pesar de que la vio de lejos, ahora sabía su nombre.
Se acostó feliz con lo que le comentó su tía Eva.
Al tercer día, decidió explorar la parte del terreno que no estaba cultivado. Mientras caminaba vio una que otra lagartija merodear y alejarse con el viento, pasó por el lado de unas piedras. De pronto, algo llamó su atención, se quedó mirando un ser inmóvil en el suelo arenoso de ese lugar. Vio que era un ave que estaba sentada con la cabeza agachada y el pico sostenido en la arena, inmóvil no movía ni los ojos, con temor se inclinó y lo sujetó entre sus manos con delicadeza y al alzarlo parecía muerto, su cuerpo caía como relajado. Pensó: “Está muerto”, lo sacudió suavemente y no dio signos de vida. Se quedó mirando su plumaje, así como su cabeza que presentaba unos delineados blanco y otro negro, cual si fueran sus cejas, sus ojos y sus patas largas y amarillas. Camila dijo: “Que bonita ave parece sus plumas como la tierra.” La mirada del ave era fría y fija sin parpadeo alguno. Ella seguía pensando que estaba muerta. Entonces decidió ponerla en donde la encontró, era alucinante para ella ver como se mezclaba el color de su plumaje con la tierra y las piedras. De pronto, y con mucho sigilo, la pequeña avecilla avanzó unos pasos, enseguida vio que esta comenzó a correr con todas sus fuerzas para que, como por arte de magia, abriera sus alas y vuele.
Ese fue su primer contacto con un Huerequeque que recién conocía personalmente. Fue una experiencia tan natural, ya que la misma ave le enseñó sus caracteres físicos y parte de su vida diurna.
Camila cuando regresó a su casa, en la ciudad, agradeció a su mamá por haberla enviado a la casona de campo de la abuela comprendiendo porque dicen que la naturaleza es sabia y maestra.

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