ERICK DANIEL ESCOBAR BRAVO
Erik Daniel Escobar Bravo. Nací el 12 de enero de 1988.
En el 2007, publiqué mi primer poemario titulado Corazón herido a través de hojas anilladas. Al año siguiente, tuve la idea de publicar otro poemario, pero algunos problemas de salud me lo impidieron.
POEMAS
PATA BLANCA
Recuerdo aún a mi pata blanca,
mi
vida madura con talle de cisne,
que
de mozuelo tenía en mi granja.
Giraban su pico filudo y sus alas de ángel
y
me miraba con enorme quietud,
adivinando
qué mano llevaba
la
comida de media mañana.
Sus
plumas lisas en bordes de plata
en
día carente de sol y de expresión,
despellejó
una ajena navaja.
Ya
no sentía su felicidad ni su olor,
y
lloró mi corazón a cuanto podía.
Se
ahogó tormentosa mi alma
hasta
quedar desencantada.
P+O+E+M+A
Toma una letra
Toma una palabra
Toma una frase
Toma una oración
Sí, un sujeto y un VERBO
Un VERBO primero
Tómalo AHORA…
¡Demonios!
AHORA
Empieza a crear,
recrear, cortar, alterar, cambiar, transformar, evolucionar…
Recuerda latir,
sentir, crujir, reír, llorar, sufrir, morir…
Y haz el POEMA
Fecúndalo hoy
Que algo o alguien espera.
UN HIJO Y SU MADRE
¡Vicenta!
¡Qué necesitas, hijo!
De dónde nace tu fuerza mamá,
si
eres flaca y no hay músculos en ti,
como
Popeye al que vemos en la tele.
¡Qué
buena pregunta, hijo!
Pero
enfrentas incansable la vida
aunque
mi enfermedad te haga llorar.
No
pienses en eso, hijo.
Es
la hora de dormir.
Acaso
eres una extraterrestre humana
o
una diosa de cultura milenaria.
No,
hijo, no soy lo que supones.
La
fuerza no está en los brazos,
si
no estuviera en desventaja.
¡Un
brazo te basta, mamá!
Ni en las piernas ni en el resto del cuerpo.
Sino en dónde mamá,
¿en
la mente?, ¿en el corazón?
No en una ni en el otro.
¿Entonces, mamá?
En la conexión inevitable de ambos,
en
la intersección de la mente y el corazón.
¡Buenas
noches, mamá!
(el niño sonríe a su madre y cierra los ojos).
¡Buenas noches, hijo!
(la madre llora por haberlo visto sonreír nuevamente).
TERNURA
Sí
Ternura
Me
llamo ternura y qué.
Tengo 5, 15, 25, 40…
Qué
importa la edad
Ternura
soy y ternura seré.
Sí,
hermano
Sí,
hermana
¡Grítalo!,
¡entónalo!, ¡siéntelo!
TER
- NU - RA
Un
signo del amor.
Yo sonrío, morena
Te
miro y me acerco
Me
acurruco
Me
suavizo
Me
aligero
Si
te hablo
¡Oh!,
si te beso.
CUARENTA Y SEIS
A ti Rosa,
a
tu puño quieto y terrenal
de
liso verde, corajudo
e
impetuoso hacia los astros
bajo
viento frágil, quisquilloso y entero.
Desde
tu cúbico óseo,
despegar
a vencer determinas
quien
humedezca mis ojos,
quien
desaire mi emoción,
quien
apague mi claridad.
No
hay amor tan grande
que
guarde cicatrices de dolor
(¡solo
el tuyo!),
que
soporte el estrago,
que
erija caminos,
que
sea mi madre.
LAS LETRAS DE TUS CANCIONES A José Luis Perales
Las letras de tus canciones
han nacido de tus huesos quebrados
y
de tus huesos festivos.
Blancas
y rojas tomando café
en
alba o partida cualquiera de sol.
¡Han
nacido para amarse en armonía!
Han nacido en las calles pintadas de gente:
de
ricos por pobres,
de
buenos por malos,
de
blancos por negros.
Han
nacido de sus cuartos internos
y
en tus cuartos antiguos;
de
pobres por ricos,
de
malos por buenos,
de
negros por blancos.
¡Han
nacido para amarse en melodía!
Han nacido de los niños, de los jóvenes,
de
los adultos y de los ancianos.
Han
nacido para ellos.
Sírvete escucharlas otra vez.
¡Vamos,
estás en grado cero! ¡Lo necesitas!
Otra
vez, otra vez, otra vez.
Propietario
De galantería,
sonrisa masticada,
dermis desiderada
y código industrializado.
De berridos chascarrillos.
De décima de cobre en el puerco.
De
capilares con poluto,
cuerdas vinificadas y alambricadas,
objetos rodales,
seudónimos sin bandera
y ionizados nervios.
De poesía caprichosa,
tal cual, niña glamorosa,
versos malsanos
de métrica ibérica
a golpe de punzada, de ardor,
de ignorancia.
De mi yo,
de
mi ego, real y fantasma,
del cielo, de la tierra, del agua.
Quisiera ser…
de tus besos, de tu piel,
de tu aroma de mujer.
Por
tu ternura palpitar,
enloquecer si me contemplas.
¡Y por ti!,
sangrarme hasta la esencia
el segundo en que te arrepientas.
CENIZAS
Yo nací con el frío fluvial en mi cuerpo
mientras
los huesos vertebrales de mi madre
se
apedreaban en el concreto geométrico de ese cuarto.
Al
cabo me vería correr fausto por el ande, y se alegraría,
hallarme
vivo en el día último de nuestro viaje:
yo
hacia Lima, ella hacia el cielo.
De
aquel loco sano que reía en el tranvía,
oculto,
cuidando romper el sueño inicuo
de
algún monstruo viajero,
quedó
su filosofía, neta, nata, efecto integral.
Cuán
inútil, al pasar una ola maremoteada
se
volvió.
Comentarios
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